lunes, 28 de noviembre de 2011

Buenas Noches / live journal


Agosto 25 – jueves – 1:34 AM.

Ya la cosa esta un poco más incomoda de lo normal, en efecto es tan abrumador que me toco llevar un registro mediocre de las cosas, porque personalmente no creo que tenga una verdadera constancia para esto.

Ya estoy bastante cansado, en definitiva dormir se vuelve necesario en algún punto, lo cierto es que el cuerpo necesita lo que necesita. Lo que yo necesito es descansar un poco, nunca he dormido mucho, dicen que no todo el mundo necesita dormir lo mismo, algunos ocho horas, otros cinco o seis, también estamos los que dormimos cuatro horas cada noche, y abrimos los ojos antes del amanecer, así soy, no me ha parecido nada extraño.

Sin embargo últimamente es cada vez más difícil conciliar el sueño, la hora de dormir en las últimas semanas se me ha convertido más en un deber que un placer, creo que lo hago por la simple necesidad de completar el día que sigue. Dan más o menos las doce o una de la mañana y ya siento que mi cuerpo y mi mente no dan más y empieza esa lucha con la almohada, es cierto, me cuesta, intento relajarme, acomodarme, pero nada, de repente me siento incomodo, casi como si estuviera en una cama ajena, es difícil de explicar.

La cosa comienza así, apago todo, oscuridad lo más completa posible, cobijas, no más frio y cierro mis ojos intentando silenciar mi mente, así como esta de silente mi espacio, después de treinta o cuarenta minutos sigo despierto y aun más cansado y es donde empieza la parte mala, siento que no estoy en un lugar seguro, y mi cuerpo da vueltas entre las sabanas, como buscando un rincón donde esconderse, y después de un tiempo siento el sudor que corre por mi frente y por mi espalda, casi siento que me observan, que me vigilan, pero no hay nadie más aquí, de eso estoy seguro. Pasan las horas y llega un momento en el que mi cuerpo se rinde y mi mente se cansa, en cuestión de una hora u hora y media suena el despertador y habrá que dar comienzo a un nuevo día.

Esto ocurre una o dos veces por semana, voy a continuar dándole seguimiento.

                                                  
Septiembre 10 – sábado – 11:45 AM.

Un par de semanas desde la primera nota, eso creo, ya los días pasan sin novedad, el mundo gira a mi alrededor y ni siquiera me doy cuenta, todo parece tan lento, tan igual, ya casi no diferencio entre una actividad y otra, en el día me he vuelto un simple autómata que repite una tarea tras otra en una misma rutina todos los días, solo me concentro para intentar diferenciar entre lunes o martes.

Ya todo me parece igual, indiferente y las personas solo me preguntan ¿qué pasa? ¿estás bien? ¿por qué tan ausente? Eso recuerdo que me lo dijeron. Yo no puedo darles una buena respuesta, tampoco me importa, igual no podrían comprender, ellos duermen yo no.

Cada semana que pasa la cosa esta peor, y incluso pierdo el interés por dormir, y por todo lo demás, siento que llevo estas notas solo por pasar el tiempo, es lo mismo por lo que hago todo, es mejor ver pasar las horas con algún movimiento, que solo mirar el techo y esperar a que llegue la hora de dormir.

Las noches están peores y ocurre con mayor frecuencia tres o cuatro veces en la semana cuando mínimo, estoy seguro que hay algo fuera de lugar, las noches me ponen paranoico, siento que me siguen en cuanto cae el sol, ya mi cama no es un refugio de confort.

Hoy creo que tomare algo.


Septiembre 11 – domingo – 2:05 PM.

El anestésico etílico cumple su función, entre dormir y la inconsciencia existe diferencia, para mí en este momento no es tanta, sin embargo, no es una respuesta a mi problema, hoy puedo sentir que no voy a poder cerrar los ojos, linda forma de iniciar una semana.


Octubre 19 – miércoles – 3:17 AM.

En definitiva, de los peores meses de mi vida y ahora me encuentro a mi mismo escribiendo una nota a altas horas de la mañana en la soledad la oscuridad y el silencio, ya siento como si no fuera yo mismo, casi veo mi propia vida en tercera persona, de día un ser que se mueve por simple inercia, de noche un prisionero, atormentado.

Las últimas semanas ni siquiera he querido escribir, me atormenta llegar a mi casa y ver esa cama donde no se duerme, cuando cae el sol me siento perseguido, esto me obliga a recordar el mes que paso o poco más desde la anotación pasada.

Cada vez las semanas se hicieron más largas, pase de dormir uno dos días entre semana a solo dormir los fines de semana, ya exhausto, duermo en el día pues la luz me brinda mayor seguridad, la noche se me volvió tortuosa e interminable. Recientemente siento el peso de mis ojos, todo el mundo me pregunta por las ojeras, dicen que tengo que relajarme, soy irritable.

Llegan aproximadamente las doce o doce y media, apago luces y entro en esa zona despreciable, donde no estoy seguro si estoy despierto o simplemente evado la realidad, cada vez más siento en la noche que en medio del frio que la caracteriza, todo es más caliente a mi alrededor y no es un calor bueno, no es como la calidez y confort que debe sentirse, siento como si estuviera acostado sobre una hornilla que se calienta gradualmente hasta que se hace insoportable, cercano a una quemadura, quito las cobijas y hay frio, intenso y me preocupa, porque no es la frialdad propia de la noche, es algo más profundo más intenso, es anormal.

Sin embargo mis sentidos se han agudizado de noche, ya la oscuridad no es absoluta, abro mis ojos, en realidad parecen no cerrarse nunca, y logro ver más allá de lo normal ahora puedo distinguir figuras cambiantes casi fantasmales en mi habitación, y los ruidos, malditos ruidos, no solo el crujir típico de las casas, no los ruidos vienen de lugares cercanos que no he podido identificar y me concentro, pero no lo logro, es difícil describir, pero creo, estoy casi seguro que lo que escucho son murmullos, ruidos confusos, casi imperceptibles como de personas hablando en voz baja, y no sé qué dicen, esa es la peor parte solo puedo suponer, especular.

Trato de convencerme a mí mismo que mi mente está cansada, que ya no percibo la realidad como es por la falta de sueño, al final solo duermo dos veces en una semana, sin embargo estoy alerta en las noches, esto parece real y tengo esa sensación, ese escozor profundo en la nuca, como si me observaran fijamente a mis espaldas, lo siento en este momento pero detrás mío solo hay una pared, me siento vigilado, es casi como si una mirada penetrante estuviera postrada sobre mi desde adentro del muro.

Necesito descansar, lo necesito ya.


Noviembre 1 – martes – 4:00 AM.

Tengo que contarle esto a alguien, tengo que desahogarme, escribo y mis manos tiemblan, siento las lágrimas al borde de mis ojos, me duele la cabeza y esa sensación en la nuca, no pasa, es más intensa, ya estoy al borde, ya casi me rindo. Me siento atado a mí mismo, me siento atrapado a esta cama, a esta habitación, intento, tengo cosas que hacer, tengo como pasar el tiempo, como cansar mi mente, pero no lo logro.

Pienso en que puedo hacer y saco fuerzas para levantarme, ni siquiera quiero ir a prender la luz, es que lo intento, en serio lo intento, pero no puedo moverme, me siento casi como aprisionado a estas sabanas y sin fuerzas, ya no quiero seguir más, ya no quiero intentar más, no hay porque hacerlo. Solo me jalo el pelo desesperado, solo me hundo en la almohada casi que buscando la asfixia.


Noviembre 7 – martes – 2:34 AM.

Las noches ya no parecen oscuras, veo más de lo que quiero ver, escucho más de lo que quiero. Me tocó buscar ayuda en un par de días me recibirá en neurólogo en su consultorio, sigo escéptico, yo creo que hay algo más, y este dolor en mi cabeza es cada vez más profundo, me confunde, no quiero que llegue la noche, quiero días largos, no me siento yo mismo, me siento atrapado y quiero salir, quiero liberarme de esta tortura.


Noviembre 10 – jueves – 11:45 AM.

Vengo de consulta, el médico dijo que el insomnio es un problema con varias causas, la principal higiene del sueño, eso quiere decir que hay que prepararse de forma correcta para dormir, no tomar nada estimulante, no tener frio y tener la suficiente oscuridad, tiene sentido. La segunda causa puede ser fisiológica dijo, hay que descartar lo primero y luego hacer exámenes, es un problema pues la arreglan las pastillas, únicamente fuertes narcóticos, pero podría dejar de lado mi habilidad para natural para dormir, la cual dudo que persista, sin embargo es lindo pensar que aun se puede. También existe la posibilidad que sea un problema emocional, eso me preocupa, eso sí es difícil de reparar. Tengo que intentar eso de la higiene del sueño y esperar lo mejor, pero no me convence.


Noviembre 11 – viernes – 8:00 AM.

Hace mucho no lloraba, había sentido las lagrimas acercarse al borde de mis ojos pero no había llorado, y nunca, nunca en mi vida había llorado así, llore por miedo, por desesperación, por terror del más puro, no podía respirar, me ahogaba en mis propias lagrimas, el llanto desesperado y desagarrado, pero casi silencioso, fue lo peor, lo peor, ahora si no vuelvo a dormir, ahora si esto está más allá de lo que yo conozco.

Seguí los consejos del médico al pie de la letra, lo juro, casi como un ritual dogmatico, en cuanto me sentí cansado me prepare y deje todo en oscuridad, lo más oscuro que pude, silencio y la cama lista, cómoda y caliente. Me acosté, trate de respirar hondo y despacio, relajar la mente, olvidarme de todo, con esperanza en terminar esta cosa y dejarlo como un simple mal episodio en la serie, pero estaba muy equivocado.

Paso una hora, nada de nada, y note que ya nada estaba tan oscuro como antes, sentí la necesidad de moverme cambiar de lado, el cuerpo lo tenía dormido, la mente no. Sentí la necesidad de mirar el reloj, en mi teléfono celular, 12: 43 AM, bueno hay que seguir intentando.

Estas sabanas pesan, estoy seguro, las siento pesadas como si fueran más, más densas, me molestan y no puedo dejar de moverme dentro de ellas, pero me cuesta trabajo, no parecen sabanas, no parecen cobijas, parecen otra cosa, son muy pesadas y siento que intentan amarrarme, que intentan restringirme, como si evitaran que saliera de esa cama.

Estaba quieto, muy quieto, las sabanas me dejaron cansado y ese sonido horrible destruyo el silencio, era el tono del celular, sonó como un grito desde el fondo de la tierra, me altere mucho, quede frio, paralizado, pero en segundos supe que era mi teléfono y lo levante, 2:00 AM, un mensaje de texto, remitente; número de desconocido, contenido, nada, nada de nada solamente un punto solitario y ya, era un mensaje vacio, algún ebrio marco mal pensé, pero ya en esta noche están pasando muchas cosas y no me gusta para nada, no me gusto para nada.

Ya cansado, el cuerpo exhausto, estas sabanas cada vez pesan más y empieza ese calor ese calor desde el centro de mi cama hacia afuera, y el sudor, frio, diferente y mi cuerpo quieto aplastado, casi como atado a esta cámara, ya no puedo respirar de forma suave y esta noche sin oscuridad total veo figuras a mi alrededor, cosas que no identifico, formas que no puedo encuadrar en lo que he conocido hasta ahora, ya no aguanto, las lagrimas me salen por montones y caen en mi almohada, el llanto esta ahogado no me sale de la garganta quisiera gritar! No puedo, simplemente no puedo y se me cierran los puños, me duelen las manos y mi cabeza, esta por explotar, solo puedo escuchar el rechinar de mis dientes y mi respiración fuerte y entrecortada por mi llanto.

Y entonces ocurrió.

Gire mi cuerpo sobre el costado izquierdo, mirando hacia a la ventana, calme mis lagrimas, respire hondo, no más, hay que calmarse. Y lo siento, las sabanas pesadas aprietan m cuerpo contra el colchón, completamente recto no me puedo mover, mi espalda queda descubierta, comienzo a respirar muy rápido, tan rápido y fuerte, nunca lo había hecho, no lo puedo controlar, intento moverme, intento calmarme, uso toda mi fuerza, gotas de sudor frio caen por mi frente, puedo sentirlas, heladas como el hielo.

Y lo siento en mi espalda, respiro cada vez más fuerte y más rápido, siento miles de puntos presionando en mi espalda, son como docenas de dedos delgados y largo puyando mi espalda muy rápido y muy fuerte, no paran, y duele, duele mucho, y entonces fue, en mi oído derecho lo pude escuchar, comenzó como un fuerte zumbido agudo y en cuestión de nada se convirtió en unas risas, carcajadas agudas y no paran, se burlan de mi.

¿Por qué pasa esto?

No se detiene, no termina, intento gritar, pedir ayuda y los gritos se quedan en la base de mi garganta, no salen y lo intento, me ahogo, dejo de respirar y cada vez suena más fuerte esa horrible risa, y yo solo intento forzar mi salida, escapar, huir de este castigo.

De repente termino y solo hubo silencio, calculo que esto no duro más de un par de minutos, pero yo lo sentí interminable, pude reunir el valor para moverme tal vez unos treinta o cuarenta minutos después, y me senté en una esquina, a vigilar mi cuarto y saber que me observa desde adentro de la pared.

Después de esa noche no quiero volver a dormir, vi el amanecer desde aquel rincón, todo dejo de parecer tan amenazante, intento racionalizar lo que me ocurrió, pero no puedo.

Nunca más, no más.

R. Saldarriaga.


lunes, 21 de noviembre de 2011

Libertades y Cadenas.


Un suspiro

Una vez me contaron una historia, la historia de un suspiro que podría llevarnos hacia el infinito, y desde ese día siempre me pregunto ¿será posible?

¿Cómo podríamos elevarnos hasta el cielo en un suspiro?

Algún día quizá volemos en un solo respiro, un respiro tan profundo, tan grande y lleno que sea capaza de elevar nuestros corazones hacia las fronteras mismas de la mente y la existencia, tan alto y tan lejos que cualquier horizonte parezca pequeño, que nuestro propio respirar, nuestra propia y única manera de vivir nos lleve más allá de cualquier realidad. Más lejos que cualquier campo de fresas y flores, de cualquier lagrima derramada en el suelo a través de tus mejillas de alegría o de tristeza, más fuerte más hondo que una gota de sangre viva sobre la superficie, inclusive más allá.

¿Acaso podríamos?

Yo creo que no. Yo no podría dar ese suspiro, no puedo correr ese riesgo, esa incertidumbre, no lo permito. Es imposible permitir que un suspiro pueda alejarme de la persona por la cual suspiro, así seas tú la dueña de todos mis respiros. No podría abandonarla a la deriva, no podría librarla de mi egoísmo, soy egoísta, ¿¡y qué!?

La quiero a mi lado y sin compartir, la quiero siempre, así me cueste perderme el universo, así no pueda ver el rostro del mismo dios o si este existe, así no vea más allá del pequeño campo de flores, prefiero vivir con un horizonte insuperable, perderme el universo y la infinidad de los gigantes antes que dejar de contemplar desde lo lejos su mirada, ese mirar tierno y negligente, que me tortura, que me relaja, que me libera y me esclaviza. Prefiero una y mil veces  descubrir la gigantesca inmensidad en lo pequeño de tu mirar, no me molestaría vivir con ese horizonte. Así soy.


Tempestad

Mi cuerpo, flotando en una tormenta, cruzando la tempestad de tus pasiones y estoy a la deriva, en las olas, en tu cuerpo, sufriendo el aplaque de los truenos que son tu mirar, poderoso, rompiendo el silencio, haciéndolo trizas, como miles de trozos de cristal cayendo lentamente en el espacio indivisible que existe entre nuestras almas egoístas, motivadas por el placer, y mi placer eres tú.

Tu largo pelo negro, como la noche infinita, tus ojos con una ligera línea gris, hipnótica e inimitable. Y yo sigo allí, en la tempestad a merced de las olas, curvas y depresiones, es tu cuerpo, contorno que sigo con mí mirar y pinto en mis ideas, eres única y también vulgar. No puedo verte, eres la furia, destruyes todo lo que no se ha construido, arruinas mi corazón, el de un niño. Pero sigo allí, solo para ti, para tus deseos egoístas y mezquinos, solo juntos somos uno solo, completo, solo separados somos felices fingiendo.

R. Saldarriaga.


Te odio.


Hoy te odio porque te fuiste y ya no eres,
Porque existo y no soy sin ti
Mañanas dolorosas, días grises,
Noches eternas, estrellas oscuras.

Te odio, lo siento al recordar tu piel
Me quema, me hiere
Y no olvido, aunque intento
Estas dentro, en mi sangre, en mi vida.

Te odio sin tenerte,
Te odio porque te tuve,
Ya no hay nada
Ahora lo veo todo.

Me odio por odiarte,
Te odio, sin diferencia,
Soy esclavo,
Te odio, porque te amo.

Jamás lo entiendo, no lleva a nada
Y nada parece cambiar,
Gira el mundo, yo piedra inerte,
Seré y soy, en ese orden.

R. Saldarriaga.

jueves, 20 de octubre de 2011

Círculos


¿Cómo comienza y termina un día?

Igual que el anterior, eso sí, pensó Sebastián, mientras salía de su casa hacia el paradero del transporte público a eso de las 5:30 de la mañana, una mañana de esas comunes en Bogotá, frías y un poco grises, con un ligero dejo de luz que se levanta sobre los cerros mientras el amanecer cobra vida en sí mismo, es su propia madre, es su propio padre, es su propia génesis al acercarse las seis de la mañana.

En el frio de la madrugada Sebastián Suarez sube al transporte capitalino con destino a su universidad en el centro de la ciudad, clase de siete de la mañana, como todos los días, y mientras busca una silla libre, preferiblemente junto a la ventana, no al pasillo, pues de esa forma se siente en un relativo aislamiento dentro de la masa humana que se transporta a diario, a estudiar, a trabajar, o ¿quién sabe a qué?

Ese afán por sentarse dentro de su rincón personal con vista al paisaje urbano se ve recompensado, y en esa silla cerca al fondo del bus, en el lado izquierdo encuentra un nido temporal en el cual hay una relativa seguridad, al menos cree que su espacio personal se mantendrá libre, limpio, quieto.

Mientras toma asiento en ese pequeño rincón busca al interior del bolsillo pequeño de su maleta por su reproductor de música, lo encuentra perdido entre una maraña formada por papeles, bolígrafos, las llaves de la casa y los audífonos. Como cada mañana gasta unos dos o tres minutos desarmando el laberinto que forman los audífonos de su reproductor, mientras revisa en su mente su biblioteca musical para tratar de escoger la canción con la que va empezar este nuevo día, curiosamente siempre elige la misma.

         -Cada mañana la misma cosa, sacar el ipod, desenredar los audífonos y escoger la primera canción del    día, pero al final de cuentas siempre, siempre, busco la misma silla, junto a la misma ventana y pongo la misma canción, siempre The Libertines, siempre Can’t stand me now, siempre, curioso -

Y así iba el buen Sebastián, como cada mañana, tarareando hacia adentro la misma canción y mirando las mismas cosas, en la misma ruta, tratando de encontrarle algo nuevo a la mañana del lunes, martes, miércoles, en fin, intentando y rebuscando dentro del mismo camino, igualito.

Pasan las calles, doblan las esquinas, cambian los semáforos, pitan los buses y los taxistas, desde temprano. Miraba Sebastián y releía los letreros y grafitis que le gustaban, o que lo divertían, sacaba maldiciones entre dientes con cada hueco y desnivel, pensando en el daño que estos saltos del transporte le podían hacer a sus riñones y otros órganos internos, terminaba pensando que solo eran males de su imaginación. Llega a la paraba a escasos 20 o 30 metros de su universidad.

Pues bien, en pleno centro de Bogotá Sebastián con un tinto en la mano izquierda y un cigarrillo en la derecha, saluda a sus amigos en esa charla de la mañana, ya son las 6:30. Mientras entre risas se escuchan frases como “vio el partido”, “tomaron mucho” o simplemente “quiubo”, surgen risas, y quejas, típicas de un lunes por la mañana.

Cada sorbo del café es como volver a nacer en esa fría mañana, se ve el calor de sus alientas escapando de sus bocas, todo entre recuentos del fin de semana, chistes y risas. Es hora de clase.

      -Siete de la mañana, para clase, mostrar el carné y caminar hasta el salón, como cada mañana de lunes, martes, miércoles o cualquiera que sea, otra vez camino y pienso, en todo y en nada, implicaciones filosóficas de la película del domingo o efectos colaterales de la declaración polémica del funcionario público, esas cosas de nada que cambian en mi cabeza con cada dos o tres pasos, como lo que pienso ahora o lo que pensare a continuación, en fin, ya voy llegando.-

Cuantas sillas, cuantos saludos más por hacer, hay que acomodarse, alistar el cuaderno y el bolígrafo y esperar por la profesora. El salón se llena de ruido mientras van entrando los estudiantes, para Sebastián siempre ha sido un poco molesto ese murmullo que parece subir de volumen con cada minuto que pasa pero al final, es solo eso un ruido inevitable del hablar de las personas, que cada mañana repiten las mismas conversaciones, solo que en distintos salones y con distintas personas, las mismas conversaciones que el mismo Sebastián sostiene cada día con amigos y compañeros.

Entra la profesora y todos van a sus lugares, que al pesar de no estar asignados son siempre los mismos o casi los mismos, rodeado de las mismas tres o cuatro personas, solo cambian os que llegan tarde, si nadie les guarda puesto. Buenos días, se escucha en el centro del aula, ella siempre saluda, hace los “anuncios parroquiales” necesarios y llama lista, le gusta llamar lista. Entonces suenan nombres y apellidos y algunos solo levantan las manos, otros le agregan un “presente” o un “aquí”, nada fuera de lo común.

Se escucha – Sebastián Suarez – el levanta la mano y la mirada, para asegurarse que ella lo mire, baja la mano, baja la mirada y se da cuenta que en ese proceso su mano derecha dibujo círculos uno encima de otro, entrecruzados, paralelos, muchos círculos juntos o lejanos, pero que al terminar, dan comienzo a otro, y así el buen Sebastián piensa que el entrecruzar de líneas que dibujan círculos hacen la metáfora perfecta de la vida, rutinas cíclicas que vuelven a comenzar cada día y cuando se termina un circulo, el final de su elegante trazo da pie al inicio de otro circulo, diferente en si mismo del anterior, pero con la misma estructura que cuando termina vuelve a dar inicio, en fin, así se le fue media clase y continuaron los círculos, del inicio al fin del día.
                                             
R. Saldarriaga.

martes, 16 de agosto de 2011

Cotidiano

Esclavos

Fluir, lento transcurrir del tiempo
constante y sin modificación,
paso a paso por los escalones
todo gris, todo igual, simple.

Puerta tras puerta,
números y letras idénticos y diferentes.
Estrecho y largo, sin fin.

Oficinas y papeles, ordenados,
todo listo, todo limpio, todo igual.
Nada, no hay vida,
no hay emoción.


Día

Abrir los ojos, despertar y sentir
luz blanca, limpia y fuerte.
Sentir el calor, respirar, vivir.

Suave golpear, rápido roce,
es el viento, viajero,
errante acompañante,
intrépido interviniente.

Gente, por montones
en cada esquina.
Se mueven, cientos de pasos,
cientos de respiros, miles de jadeos.

Movimiento, vida
rápido y sin parar.
Termina en penumbra,
oscuridad en la luz, muere.


Noche

Frio y soledad,
hay vida, huele a muerte.
Silencio quebrado por los extraños.

Locos habitantes,
noche compañera,
somos adictos, amantes.

Es indiferente, sirve de disfraz,
cada ser es lo que quiere,
nadie quiere ser lo que es.

Oculta, hogar de sombras y misterios
el bien y mal desaparecen,
relativa, dulce,
sin embargo, indiferente.

Única y fiel,
no traiciona, no comparte,
simple y sincera acompañante,
cómplice, nunca juez.

Enigma y misterio,
nada es lo que es.
Termina en penumbra,
luz en la oscuridad.


Lluvia

Dulce canción, entre agua y viento,
golpes  de mil combates en un segundo,
unidas, vida y destrucción.

Clamor del cielo,
quejas o bendiciones en caída libre,
sentir el roce y el frio.

Toca el cielo y el suelo
en un segundo tiembla el mundo.
Bipolar, fría y seductora.


R. Saldarriaga

lunes, 18 de julio de 2011

Sueño con tus palabras

Nota: esta no es el tipo de cosas que suelo escribir, sin embargo, hace poco tomando un tinto en Café Jurídico un amigo me conto una pequeña historia que me pareció tan simple y tan extraordinaria que debía contarla, claro otorgándome a mí mismo una licencia creativa, espero que sea del agrado de alguien, un poco diferente a lo de siempre pero fue divertido de escribir, si el dueño de la historia quiere de pronto le ponemos el nombre, por ultimo y como suelen comenzar las películas malas, esta es una historia basaba en hechos reales.

Este es un cuento como muchos otros, que comienza cualquier día en cualquier parte de una ciudad, y como generalmente ocurre involucra a dos personas, una mujer y un hombre, Andrés y Camila, dos personas regulares, de esas que uno espera encontrar haciendo la fila para el cine o en la silla de enfrente en el trasporte público, o saliendo del salón del lado en la universidad, en fin, dos personas de esas que se ven todos los días.

Camila y Andrés como cualquier par de personas que se conocen comparten momentos juntos, en este caso, películas, tardes de café, comidas y almuerzos, y también cientos de minutos en llamadas y miles de letras en mensajes. Pues si son un par que sienten la necesidad de saber que piensa, que siente y que hace el otro, y disfrutan mucho compartiéndolo.

Como cualquier historia entre un hombre y una mujer pueden pasar muchas cosas, así como pueden pasar muy pocas, Camila y Andrés no parecen nada extraordinario, su historia, podría decirse, se ve todos los días casi que en cualquier esquina, eso solo me dice que el mundo de pronto si está lleno de algo parecido al amor.

Pero ¿qué podrían tener en especial dos personas, dos transeúntes de todos los días? Pues al parecer todo es muy normal en términos generales, cosas grandes, el mundo y sus miles de millones de habitantes, sin embargo, siempre he creído que lo especial esta en lo escaso, lo pequeño, en el ultimo dulce del paquete…

Y allí es donde reside lo único de su historia, comenzando cualquier día, en dos apartamentos separados en distintos sectores de la misma ciudad, y a eso de las 8 de la noche el celular de Andrés comenzó a sonar (ring, ring, ring).

El miraba noticias mientras las teclas de su computador sonaban en desorden, sin ritmo alguno, hasta que el trinar constante de su teléfono celular lo saco de su pequeño universo de datos, frases y palabras. Él miró el teléfono con desprecio, y sin darle la vista al identificador contesto, pensó entre más rápido conteste, más rápido puedo volver a trabajar.

Del auricular solo se escucho un tímido –Hola- seguido de silencio, inmediatamente Andrés supo quien estaba al otro lado de la línea, era Camila, quien no acostumbraba llamar a nadie en la noche, menos a alguien del sexo opuesto, pero así era. Andrés de forma casi instintiva la saludo de una forma muy efusiva, llena de cariño, como el reencuentro con un familiar que no vemos hace mucho, mucho tiempo.

Camila le pregunto como estaba, y antes de que el terminara de contestar intento decir algo más, pero fue su propia voz la que la traiciono y solo se escucho un murmullo enmudecido por el cerrar de su boca, al escuchar eso él supo que había algo más en su inusual llamada y decidió indagar hasta descubrir que pasaba.

Después de suaves preguntas sobre sus motivos Camila decidió dar por fin una respuesta, Andrés no podía esperar, quería saber que le tenían que decir. Sin más comenzó un largo discurso sobre la noche y los sueños de las personas cuando conversan con la Luna y con la almohada, que culmino en una frase que parecía ser un tanto inesperada –Andrés yo no puedo soñar, hace mucho que no puedo soñar-.

Con la voz de ella envuelta en algo similar a la tristeza, parecido al abandono, quizá melancolía, el comprendió que era un clamor desesperado, esa niña especial no podía soñar, simplemente pasaba sus noches en completa oscuridad, sin ninguna imagen, ni ninguna historia que contar.

Andrés para complacer los pedidos no pedidos de la mujer con la que hablaba le dijo que él conocía el secreto para inducir los sueños, para crear la fantasía. Camila intrigada, sedienta por saber cómo, pero dudosa de su efectividad le pidió que le explicara ese secreto, que le diera la llave para acceder a un universo de imágenes y sonidos sin par. Simple, dijo él, para poder soñar hay que meterse en una historia hasta quedar dormido.

Y así comenzó Andrés a contar una historia para regalarle un sueño a Camila…

En una caja de arena gigante, de donde emergían arboles y juegos estaba ella sola viendo hacia el cielo y sintiendo como la arena rozaba su piel en un curiosos cosquilleo cálido, patrocinado por los rayos del sol que calentaban con fuerza pero acompañados de la dulce briza de verano que jugaba con su pelo castaño enredándolo en mil formas dibujando garabatos en el serpentear infinito de sus rizos, acompañados por la luz y la sombra que formaban las hojas de los arboles.

Y allí a lo lejos se veía una torre de madera blanca erigida entre una duna de arena amarilla como el sol, sobre la cual se postraba el nido de un ave misteriosa que rondaba los alrededores y desde las nubes vigilaba a esa joven que sentada en la arena admiraba su sombra cuando pasaba a toda velocidad barriendo el mundo mismo sin siquiera tocarlo.

Esta joven camino entre columpios y pasamanos a través de la arena hasta que llego a aquella torre blanca, donde encontró una puerta de color plata, brillante como las estrellas y fría como la noche. Siempre curiosa abrió muy despacio esa puerta de plata que descubrió una entrada pequeña, tan pequeña que para entrar en ella debía agacharse. Adentro un espectáculo de colores, una alfombra roja que era adornada por la luz de sol que se colaba a través de pequeños agujeros en la madera de la torre, esta alfombra terminaba en una larga escalera de caracol pintada de todos los tonos de verde que cualquiera ha visto jamás.

Mientras subía la escalera sentía como si el mundo se moviera bajo sus pies, con un temblor leve pero constante, casi como si la escalera respirara de forma muy tranquila y apacible, casi llegando a la cima, contando ya los últimos escalones, decidió mirar hacia abajo y se dio cuenta que aquella escalera era una serpiente y su piel pintaba miles de tonos diferentes de verde en una combinación armónica de vida e incertidumbre, y que esa serpiente estaba enrolladla en una rama que nacía de la arena y subía hasta la cima de la torre.

Cuando pisó el ultimo escalón se dio cuenta que su escalera desaparecía por la pequeña entrada, a través del portal plateado, dejándola allí arriba sola al interior de la torre, mientras sus escalones se desdibujaban y buscaban la libertad en el bosque de arena dorada, lleno de arboles y juegos.

Y allí en lo más alto de la torre encontró una ventana, por la que salió, y de pie sobre la cornisa se estiro hasta que llego al nido de la misteriosa ave que por los cielos rondaba, cuando se sentó en esa gigante cama de ramas, hojas y paja, encontró un tesoro, el tesoro del bosque de arena, encontró piedras de  todos los colores, a excepción del gris y el negro, también vio frutos de todos los arboles y flores que parecían cantar dándole la bienvenida mientras el viento las mecía, produciendo un dulce silbido que parecía seguir la armonía misma de su canción preferida.

Allí entre los tesoros encontró un huevo, gris y solitario, frio, sin vida, y lo tomo en sus brazos, lo apretó fuerte contra su pecho y se sentó allí, a pensar cómo podría este pequeño estar tan gris dentro de la alegría y color de su casa en el lugar más alto del bosque de arena, y lo apretó con más y más fuerza, hasta que del pequeño huevo se sintió un leve movimiento, ella abrió sus brazos y ya no era gris, era un pequeño huevo blanco y cálido.

Mientras lo miraba sintió como una sombra se postraba sobre ella, era el ave misteriosa, que vigilaba el bosque a todas horas y entre la sombra distinguió el mirar del ave, unos ojos azules y profundos de los cuales broto un lagrima que desde lo más alto del cielo cayó sobre el pequeño huevo, que con el roció de esa lagrima se sacudió casi como si quisiera saltar y volar. Cuando la niña del bosque de arena levanto la mirada vio que la gran ave solo era un tímido y pequeño ruiseñor que lloraba sobre su huevo.

Después de eso ella simplemente se alejo mientras admiraba a la pequeña ave que volvía a su nido y cuando estaba de nuevo al borde de la cornisa se resbalo y lentamente se deslizo hasta el suelo, pues la gran serpiente le ofreció de nuevo su cuerpo para bajarla de la torre hasta que termino en la arena, acostada viendo al cielo.

Andrés, continuo hablando, pero no recibió respuesta, solo escuchaba la respiración de Camila interrumpiendo el silencio, con eso decidió cortar la llamada y esperar hasta la siguiente mañana.

A eso de las 7 de la mañana su celular volvió a sonar, contesto, y antes de que pudiera decir algo escucho “gracias, ahora sueño con tus palabras”. Después de eso simplemente se corto la llamada.

R. Saldarriaga


viernes, 10 de junio de 2011

Una noche más.


Un día cualquiera, común, corriente, simplemente aburrido, sin nada nuevo, como subir otra vez las mismas escaleras para llegar a la misma puerta y ver a las mismas personas, insulsas, quietas, sin ninguna intención de moverse. Así parece esta noche, simplemente otro 9 de julio como los pasados 22 que he vivido, lento sin nada para recordar.

Y caminaba mirando al suelo, viendo como las vetas y grietas en el asfalto se quedaban detrás de mis pasos, solo para ser seguidas por otras que seguramente viéndolas más de cerca tienen algo diferente, algo medianamente interesante, pero ¿quién va a ver eso? Otra pregunta que parece no merecer respuesta, francamente ya no es suficiente ver siempre lo mismo y escuchar las mismas cosas, prendo otro cigarro y sigo caminando, y simplemente me siento en un andén a ver el humo salir de mi boca, como dibuja criaturas fantasmales cuya vida dura lo que dura un suspiro, un respiro, gris y pesado.

Mientras yo estaba sentado solo acompañado únicamente del calor de un cigarrillo que se extingue, decidí levantar la mirada, supuse, para ver las mismas nubes, estrellas y luna, pero algo era diferente, inusual…

No lo supe de inmediato, debo admitirlo, no soy tan perspicaz, pero si lo sentí, algo no estaba como siempre había estado, pero en un mundo que da un giro de 360 grados en 24 horas, es decir, un día de 1.440 minutos, y esos días se repiten 365 veces en un año, son 31’536.000 segundos, lo que tarda este planeta en darle la vuelta al mismo sol amarillo. Pero esos dos simples segundos que acabo de gastar mirando al cielo fueron diferentes de todos los millones de segundos que he vivido en estos insignificantes 22 años.

Algo no parecía del todo bien, mientras miraba de nuevo al piso supe que tenía que postrar de nuevo mis ojos en el cielo, sin embargo, no estaba seguro de porque debía hacerlo, lo sentí más que obligatoria era una obsesión, no, ni siquiera, era una necesidad, parecida a una obsesión, en realidad creo que no voy a lograr sobrevivir el siguiente instante si no le echó un nuevo vistazo a ese cielo para saber por fin que está pasando.

Así que cierro mis ojos, me refugio en mi mismo, y hago un corto inventario de mi propio ser; sé que estoy sobrio, mis ojos no están cansados, aunque hace frio el cuero de mi chaqueta me mantiene caliente, han pasado unas horas desde que di mi último bocado, pero no tengo fatiga, estoy bien. ¿Qué es tan diferente en esta noche, por qué no es como las otras?

Abro los ojos, levanto lentamente mi cabeza, mi cuello se mueve con un ligero arco que levanta poco a poco mi mirar. Pongo mis manos hacia atrás, las apoyo en el suelo, siento lo rugoso del asfalta y el polvo y piedrillas que presionan contra las palmas de mis manos, no es frio, en realidad tiene una cierta calidez, algo que no se espera de la artificial realidad de la ciudad, pero es duro, impenetrable. Y yo solo me concentro en el cemento para distraer mi mente de lo que sea que este arriba en el infinito cielo nocturno.

Ya es hora, hay que mirar al cielo, indagar, buscar que es diferente. Con mis ojos puestos en el cielo y gran parte de mi concentración en el mismo, comienzo a buscar. Sé que algo está diferente, en una revisión más profunda, no puedo ver ni una sola nube, claro eso no tiene nada de nuevo, a veces hay nubes, otras veces no, sin embargo si es distinta esta noche.

No sé cuál fue mi impacto inicial, casi parecido al temor, me sentí como al borde del abismo, con miedo a dar el paso definitivo, pero ahora es diferente, algo de esta noche me atrae, me tienta, casi puedo decir que me seduce.

Busco entre estrellas y oscuridad, infinita oscuridad, la cual es quebrantada por pequeñas gotas de luz, casi como si fueran las lagrimas de la luna, dulces lágrimas derramadas tal vez por los desamores de este mundo, aunque a veces vacio, pero inquieto, estoy equivocado, aunque son infinitas, son muy pocas para ser lagrimas de decepción, tienen algo más especial, quizá, solo quizá, entre infinitas posibilidades, puede que esas estrellas, esas lagrimas, se hayan derramado por amor, felicidad. Para mí es un misterio, entre todos los enigmas de esta noche quisiera saber porque llora la luna, de donde nacen las estrellas.

Aunque eso no es todo, porque si hay algo diferente en esta noche, oculto en el cielo está un rostro, el rostro de una persona que no estoy seguro si existe, sus ideas y pensamientos, su corazón, tristezas y felicidad, tal vez todos están solo en mi mente, por eso debería aprovechar las noches durmiendo y no deambulando, tengo la mente inquieta y a lo mejor solo es una fantasía, pero su rostro existe, lo he visto, y esta allí oculto en la penumbra de esta noche.

Esta noche me dijo el cielo, que quiero buscarte y darme cuenta si existes fuera de mi mente, saber si eres la dueña de ese rostro pintado entre las estrellas, encontrar respuestas, conocer a que le temo.

Así termina una noche más, es hora de volver antes que el sol quiebre la belleza de la noche, y mientras me levanto y camino de vuelta a casa los segundos pasan y con cada paso que doy este mundo sigue girando, como si no hubiera pasado nada, nada de nada.


 R. Saldarriaga

sábado, 7 de mayo de 2011

Sientes el roce de la Luna en tu piel.

Te veo,
De lejos, oculto en la bruma de mis pensamientos,
Oculto como el destino de un viajero sin rumbo,
Perdido en esa imagen que tengo de ti,
Y te siento, espero, con los labios secos.

Y me ves,
Me atrapas en la trampa de tus ojos,
Me arrancas de mi escondite,
Y estoy perdido en la inmensidad de tu mirar,
Mis labios ya no están secos.

Te veo,
De nuevo quiero que caigas en mi trampa y lo sabes,
Entonces juegas, volteas la mirada,
Pero yo la siento penetrante, quema mi sangre,
Lloran mis ideas.

Y me ves,
Eres mía, te toco con la mirada,
Te atrapo, no más juegos de lejos,
Estas allí para mí y no puedo esperar,
Quiero ver la luz de la Luna rozando tu piel,
Soy tu presa y tus ojos la carnada.

Te veo,
Acostada esperándome,
Veo como la Luna te acaricia, te seduce,
Y lo siento en mi piel, me acerco, estas en mis brazos,
Somos uno, somos todo,
No somos nada.

Y me ves,
Tus labios tocan los míos,
Suave caricia,
Y me pierdo en mí ser,
Dentro muy dentro de mí mismo,
Siento el temblor, eres tú.

Te veo,
Escapo de mi mismo,
Estoy allí en frente tuyo, te admiro,
Puedo ver como juegas,
Entre luz y sombra,
No sé donde estoy, pero te siento.

Y me ves,
Lleno de deseo, como un loco,
Te toco, te veo,
La luz y la Luna, mis cómplices,
Jalo tu pelo,
Quemamos pasiones.

Te veo,
De nuevo de lejos, te despides,
Adiós,
Desatamos un incendio,
Y solo me dejas, con tu perfume,
Vuelvo a mi propia historia,
Ya sé lo que pasa cuando te veo y tú me ves.

 R. Saldarriaga.