viernes, 10 de junio de 2011

Una noche más.


Un día cualquiera, común, corriente, simplemente aburrido, sin nada nuevo, como subir otra vez las mismas escaleras para llegar a la misma puerta y ver a las mismas personas, insulsas, quietas, sin ninguna intención de moverse. Así parece esta noche, simplemente otro 9 de julio como los pasados 22 que he vivido, lento sin nada para recordar.

Y caminaba mirando al suelo, viendo como las vetas y grietas en el asfalto se quedaban detrás de mis pasos, solo para ser seguidas por otras que seguramente viéndolas más de cerca tienen algo diferente, algo medianamente interesante, pero ¿quién va a ver eso? Otra pregunta que parece no merecer respuesta, francamente ya no es suficiente ver siempre lo mismo y escuchar las mismas cosas, prendo otro cigarro y sigo caminando, y simplemente me siento en un andén a ver el humo salir de mi boca, como dibuja criaturas fantasmales cuya vida dura lo que dura un suspiro, un respiro, gris y pesado.

Mientras yo estaba sentado solo acompañado únicamente del calor de un cigarrillo que se extingue, decidí levantar la mirada, supuse, para ver las mismas nubes, estrellas y luna, pero algo era diferente, inusual…

No lo supe de inmediato, debo admitirlo, no soy tan perspicaz, pero si lo sentí, algo no estaba como siempre había estado, pero en un mundo que da un giro de 360 grados en 24 horas, es decir, un día de 1.440 minutos, y esos días se repiten 365 veces en un año, son 31’536.000 segundos, lo que tarda este planeta en darle la vuelta al mismo sol amarillo. Pero esos dos simples segundos que acabo de gastar mirando al cielo fueron diferentes de todos los millones de segundos que he vivido en estos insignificantes 22 años.

Algo no parecía del todo bien, mientras miraba de nuevo al piso supe que tenía que postrar de nuevo mis ojos en el cielo, sin embargo, no estaba seguro de porque debía hacerlo, lo sentí más que obligatoria era una obsesión, no, ni siquiera, era una necesidad, parecida a una obsesión, en realidad creo que no voy a lograr sobrevivir el siguiente instante si no le echó un nuevo vistazo a ese cielo para saber por fin que está pasando.

Así que cierro mis ojos, me refugio en mi mismo, y hago un corto inventario de mi propio ser; sé que estoy sobrio, mis ojos no están cansados, aunque hace frio el cuero de mi chaqueta me mantiene caliente, han pasado unas horas desde que di mi último bocado, pero no tengo fatiga, estoy bien. ¿Qué es tan diferente en esta noche, por qué no es como las otras?

Abro los ojos, levanto lentamente mi cabeza, mi cuello se mueve con un ligero arco que levanta poco a poco mi mirar. Pongo mis manos hacia atrás, las apoyo en el suelo, siento lo rugoso del asfalta y el polvo y piedrillas que presionan contra las palmas de mis manos, no es frio, en realidad tiene una cierta calidez, algo que no se espera de la artificial realidad de la ciudad, pero es duro, impenetrable. Y yo solo me concentro en el cemento para distraer mi mente de lo que sea que este arriba en el infinito cielo nocturno.

Ya es hora, hay que mirar al cielo, indagar, buscar que es diferente. Con mis ojos puestos en el cielo y gran parte de mi concentración en el mismo, comienzo a buscar. Sé que algo está diferente, en una revisión más profunda, no puedo ver ni una sola nube, claro eso no tiene nada de nuevo, a veces hay nubes, otras veces no, sin embargo si es distinta esta noche.

No sé cuál fue mi impacto inicial, casi parecido al temor, me sentí como al borde del abismo, con miedo a dar el paso definitivo, pero ahora es diferente, algo de esta noche me atrae, me tienta, casi puedo decir que me seduce.

Busco entre estrellas y oscuridad, infinita oscuridad, la cual es quebrantada por pequeñas gotas de luz, casi como si fueran las lagrimas de la luna, dulces lágrimas derramadas tal vez por los desamores de este mundo, aunque a veces vacio, pero inquieto, estoy equivocado, aunque son infinitas, son muy pocas para ser lagrimas de decepción, tienen algo más especial, quizá, solo quizá, entre infinitas posibilidades, puede que esas estrellas, esas lagrimas, se hayan derramado por amor, felicidad. Para mí es un misterio, entre todos los enigmas de esta noche quisiera saber porque llora la luna, de donde nacen las estrellas.

Aunque eso no es todo, porque si hay algo diferente en esta noche, oculto en el cielo está un rostro, el rostro de una persona que no estoy seguro si existe, sus ideas y pensamientos, su corazón, tristezas y felicidad, tal vez todos están solo en mi mente, por eso debería aprovechar las noches durmiendo y no deambulando, tengo la mente inquieta y a lo mejor solo es una fantasía, pero su rostro existe, lo he visto, y esta allí oculto en la penumbra de esta noche.

Esta noche me dijo el cielo, que quiero buscarte y darme cuenta si existes fuera de mi mente, saber si eres la dueña de ese rostro pintado entre las estrellas, encontrar respuestas, conocer a que le temo.

Así termina una noche más, es hora de volver antes que el sol quiebre la belleza de la noche, y mientras me levanto y camino de vuelta a casa los segundos pasan y con cada paso que doy este mundo sigue girando, como si no hubiera pasado nada, nada de nada.


 R. Saldarriaga