lunes, 1 de abril de 2013

¿Si te acuerdas?


Te acuerdas como te amé esa tarde mientras conocías el techo de mi alcoba y leías lo escrito en la madera no tan vieja.
                                        
Cuando murmurabas sin que yo pudiera oírte  pedías a gritos apagados por tu boca entre cerrada y medio abierta algo que no sabía que iba a darte.

Ese momento donde viste el fondo de mi almohada y tu aliento llenó mis sueños desde ese entonces con un afán de conquista que parecía sacado del viejo mundo.

Sí, ese día donde el cielo azul pintaba negro en mi percepción y tus ojos pintaban de verde lo que se pone sobre las sabanas.

El momento en que tu voz sonaba distinta y extravagante  como si hubiera estado guardada mucho tiempo, esa voz primaria y primitiva que sacaste ese día de algún lugar profundo.

El día donde hiciste de mi lo que querías mientras yo creía que hacia de ti mía, cuando nos quedamos sin opciones, ni tomamos decisiones, solo hicimos lo que la piel demanda.

Yo me acuerdo de tu pelo sobre tu cara y de mis manos apretadas contra ti para no dejarte ir, mi boca lastimando tus labios sin consideración  a veces duele rico, a veces duele bueno.

Ese mismo día dolor y placer se confundieron en otra cosa entre lagrimas y sonrisas y, el jadeo de nuestros respiros mezclados en embriagantes humos de humanidad saciada y hambrienta a la vez.



R. Saldarriaga