Y
es que su silueta era tal de lejos enmarcada en ese humo blanco embriagador que
desprende los sentidos de la misma piel que los percibe, con un aroma dulce y
fuerte me hace sentir el ardor, casi que reclamando a mis pulmones no inhalar
aquello que me hipnotiza y seduce al mismo tiempo. Así la vi con su figura pintada por tenues
brochazos de tentación y malas intenciones, cazadora que buscas un simple
trofeo más marcado en tu piel.
Al
borde del solar y al ritmo del arrabal amargo movía su figura en ligeras pero
persistentes líneas curvas bañadas por el platino de la luz celeste, era un
sueño en la realidad. Mis rodillas temblaban con disimulo al borde de esa silla
de mimbre tejido y gastado, mientras los dedos quedaban entumidos por la fuerza
con la que apretaba la silla y las tonadas de antaño parecían menos
significativas al ritmo de su piel y sus caderas.
Con
el corazón en la garganta quería acercarme, pero no podía dejar que pensara que
soy presa fácil, sin retos ni obstáculos. Ella estaba cada vez más cerca, pues
por mí no sentía ningún respeto, solo quería tenerme, sin treguas ni permisos,
no era su estilo preguntar y yo acostumbrada a responder.
Sin
embargo, me mantenía firme, al borde de la silla justo a la entrada del solar contemplándola
a ella bajo el manto roto de la noche, ya ni siquiera la música tenía algún sentido,
pues sus caprichosas caricias no me permitían ni lanzarme, ni resistirme. Y es
que yo misma me puse la soga al cuello cuando la invite a mi intimidad, si con
malas intenciones, sí, yo no esperaba tal
ferocidad, la más fina espada echa mujer.
Tal
cual, su fina piel blanca y perfecta como el más inmaculado acero y sus
caricias cortantes como el más fino filo en la hoja que son sus dedos, así mismo su pelo rojo, teñido de la sangre de sus víctimas, pues es innegable su
frase, no ha existido nadie que no la haya deseado, aun si soy egoísta y la
quiero mía, prohibida y cortante, pero mía, solo mía.
Déjame
llevarte entre mis sabanas y somos una, déjame sentir el suave aroma de tus
labios en mi paladar para recordar que estuviste aquí, y poder decir que fui
inocente hasta que vi tu figura. Quiero sentirte dentro y suave, tócame como te
tocas a ti misma, mírame como has mirado a tus amantes, bésame como solamente
me has besado a mí.
Si así dejamos atrás la silla gastada de mimbre y el frio del solar, así entre mis
sabanas blancas, dejamos que las melodías aleatorias nos llevaran lentamente al
borde la cama, mientras miraba tu cuerpo con mis manos y sentía el blanco de tu
piel, manchada por un lunar justo debajo de uno de tus senos, y yo casi indefensa
ante la fuerza de tus labios en mis hombros y mi cuello, era tu marioneta.
De
repente, no aguantaba más ya te necesitaba cerca y propia, pero tu caprichosa
respondiste de otra forma a mi llamado, dejaste la noche envuelta en un abrazo,
acabas de apagar la vela. Mañana seré otra, ya lo veraz, mañana habrás perdido
y yo me quedare con nada, pero no perderé lo que no es mío, tu perdiste lo que
tuyo pudo ser, solo para ti.
R.
Saldarriaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario